El Golfo de Morbihan, "pequeño mar" en bretón, se abre al océano por un angosto y peligroso estrecho de apenas un kilómetro. Su interior está salpicado por multitud de islas, la mayoría de ellas deshabitadas.
Sus aguas son un lugar perfecto para practicar el deporte de la vela, donde los patrones de las embarcaciones demuestran su pericia desafiando las violentas corrientes que se precipitan en su interior, provocando zonas de turbulencias, que dan la sensación de que el agua está en ebullición.
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