Coronando la sierra de Sintra, rodeado de jardines y un frondoso bosque se alza el palacio Nacional de Pena.
Es un conjunto arquitectónico peculiar con minaretes, torres, almenas, puentes levadizos, todo ello profusamente decorado con azulejos portugueses y paredes labradas con motivos del mar y de la tierra (caracolas, corales, flores, cuerdas y blasones).
Su interior está muy bien conservado y abigarradamente amueblado y decorado, es una continuación del exterior con grandes lámparas de cristal, estucos, brocados, alfombras, muebles tallados, candelabros orientales, piezas de porcelana china, y un sinfín de objetos y obras de arte.
La notable sucesión de estilos: neo-gótico, neo-manuelino, neo-islámico y neo-renacentista, es debida a la imaginación del príncipe consorte Fernando de Sajonia-Coburgo y su arquitecto alemán, el barón de Eschwege. Juntos dieron rienda suelta a su fantasía para crear un castillo más propio de un cuento de hadas que de una fortaleza.
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